Tras la primera (1769) y cuarta Silvas críticas (publicada póstumamente) y Plastik. Einige Wahrnehmungen über Form und Gestalt aus Pygmalions bildendem Traume, (1779) Herder concluye su «obra estética» con Kalligone, un texto injustamente olvidado (hasta el punto de no haber sido traducido nunca a otra lengua) que resulta imprescindible para la comprensión de su concepción de lo bello y el arte. Publicado en 1800 , tres años antes de su muerte, Herder ataca en este texto de forma desaforada los presupuestos de la estética kantiana: los conceptos de complacencia desinteresada (Interesseloses Wohlgefallen) y el de lo Sublime (das Erhabene). Con esta crítica Herder concluye así la particular cruzada contra Kant que había comenzado un año antes con su Metakritik zur Kritik der reinen Vernunft, Leipzig 1799.
Herder, que ya había combatido la idea de que lo belo como lo que complace sin interes con ocasión de su crítica a la Theorie der schönen Künste und Wissenschaften (1767) de Friedrich Justus Riedel, critica aquí la metodología kantiana en general y su desdén del papel desempeñado por los sentidos en la percepción de lo bello. Como Guyer afirma: «Desde el comienzo de su obra, Herder rechaza el método trascendental en estética y muestra su hostilidad hacia toda reducción de la experiencia estética a una forma de juego en vez de una experiencia completamente seria de verdad que es esencial al desarrollo humano.» Para Herder, entonces, lo bello como lo sublime se originan en la percepción de la conformidad entre el sujeto y el mundo, lo que significa la eliminación de cualquier cualidad negativa con la que los concibe Kant.